Por segundo mes consecutivo, octubre consolidó una baja nominal en el precio de la hacienda. Categorías con destino a faena perdieron en términos nominales un 6,9% promedio según marca el IGMAG en relación al promedio de valores de septiembre.

 

 

En los últimos 12 meses, la hacienda creció un 55% mientras que la carne vacuna un 68%, contra una inflación mayorista que avanza a tasas superiores al 80% anual.

Claramente la pesadez que exhibe la demanda tanto local como externa, están ejerciendo una presión a la baja difícil de quebrar en el corto plazo.

En este contexto, la invernada, que para esta época del año debería comenzar a afirmarse producto de la escasez estacional que naturalmente se produce por estos meses, sigue perdiendo valor.

El Ternero ROSGAN marcaba como referencia de octubre $373,81, valor que en términos nominales representa una caída de casi 10 puntos respecto de que lo conseguido un mes atrás. Medido contra octubre de 2021, el valor actual del ternero registra una caída del 22,5% interanual, en términos reales.

Sucede que ese “vaciamiento” de oferta que todos los años se da a partir de julio/agosto, luego de tres o cuatro meses de fuerte salida de terneros, no se ha percibido este año. Por el contrario, la seca obligó a seguir sacando invernada de los campos a un ritmo muy sostenido durante agosto e incluso septiembre. Recién en octubre comienza a verse un quiebre de tendencia con menor cantidad de terneros y terneras trasladados. De acuerdo a los datos de movimiento de hacienda informados por SENASA a través de los documentos de traslado (DTe), en octubre se movieron desde los campos hacia otros destinos de cría e invernada, unos 496 mil terneros/as, un 40% menos de lo registrado el mes previo.

Por lo tanto, aun con una curva más extendida en el tiempo, la oferta de terneros finalmente ha empezado a menguar, lo que debería comenzar a dar cierta firmeza a los valores o, al menos, definir su piso.

Sin embargo, para que ello ocurra, del otro lado también debe existir una demanda ávida de reponer esa hacienda.

En el caso de los invernadores tradicionales, a pesar de las últimas lluvias recibidas, pocas son las zonas con campos aptos para recibir esas recrías. Por el contrario, grandes zonas invernadoras siguen con serios problemas para retener la hacienda y muy probablemente, de no lograr una recuperación pronta, en los próximos meses podría comenzar a verse una salida temprana de terneros livianos. Bajo otro escenario, la ocurrencia de lluvias generaría un doble efecto: mayor demanda de invernada, pero también menor necesidad de venta por parte del criador que, ante la baja de valores intentará recuperar parte de esa pérdida sumando kilos en una recría.

Por su parte, los feedlots, permanecen demasiado llenos para los números que ofrece hoy el engorde. La baja de la invernada no logra compensar incremento de costo que genera la suba del maíz, hoy con una relación insumo-producto contra el gordo de un 20 a 25% más caro que lo que debería valer (en torno a 100kg de gordo por tonelada de maíz). Sumado a ello, la seca tampoco permite vislumbrar un panorama alentador para el próximo ciclo, donde la caída en las siembras de maíces tempranos restringirá fuertemente la disponibilidad del grano durante la primera mitad del año.

En cuanto a la relación de compra-venta, la posibilidad de reponer de un ternero más barato en este caso tampoco compensa el retraso que presenta el valor de la hacienda terminada. El precio del gordo acumula un retraso de casi un 30% en lo que va del año, algo que también juega en detrimento del margen del feedlot.

Tal como sucede con el precio de la invernada, el gordo también tiene su estacionalidad. Dentro del año, presenta dos instancias de ajuste, una entre los meses de febrero a abril -de acuerdo al ciclo- y la otra hacia fin de año, entre segunda quincena de noviembre y primera de diciembre.

El año pasado, luego de una primera corrección en marzo/abril, los valores del gordo comenzaron a retrasarse respecto de la suba general de precios, acumulando para el mes de octubre, una caída real del 13%, en seis meses. Seguidamente, entre noviembre y diciembre logró corregir, en términos reales, un 16% que permitió compensar la baja acumulada hasta el nuevo ajuste dado en febrero de este año.

Actualmente, el retraso que registra el precio del gordo en términos reales de abril a octubre es del 33%, pasando de unos $322 promedio en abril -que medidos a pesos actuales equivaldrían a unos $460- a los $307 el kilo que marcaba como promedio en octubre el precio del novillito liviano en el MAG. En concreto, una corrección total del retraso acumulado implicaría hoy incrementar el precio del gordo entre $100 y $150 por kilo. Claramente, se trata de un incremento que, bajo este escenario, difícilmente pueda ser trasladado al consumo.

Climáticamente, algunas cartas ya se encuentran dadas para el próximo ciclo.

La falta de lluvias que tanto viene golpeando a los campos ganaderos también tiene su impacto en los cultivos. El retraso en las siembras de maíz definitivamente va a ser un fuerte condicionante para el engorde a grano durante el primer semestre del año.

Por otra parte, en vistas a la condición en la que se están dando los servicios este año, es muy probable esperar una caída en las preñeces logradas y, por ende, en la disponibilidad de terneros para ante el próximo ciclo.

Esto obligará a incrementar la productividad de los campos a fin de evitar mayores caídas en la producción total de carne. Nuevamente, el foco volverá a centrarse en la necesidad de reforzar las invernadas pastoriles, en la medida que los campos logren salir este patrón de seca que para algunas zonas lleva ya tres ciclos consecutivos.

Según modelos climáticos de largo plazo, comienza a reforzarse la probabilidad de transitar un verano más neutral en cuanto a precipitaciones, para dar paso finalmente a un ciclo 2023/24 climáticamente más benigno que, de concretarse, podría anticipar un cambio de ciclo ganadero.

(Fuente: BCR)