Pasó la primera quincena de la más atípica temporada de verano, por efecto de la pandemia, y luego del peor año que se recuerde para el turismo en Córdoba y el país.
Si estas primeras dos semanas de enero se comparan con veranos anteriores, podrá decirse que los números –en el promedio general– son más flojos. Pero si la comparación es con las expectativas que había hace apenas dos meses, cuando ni siquiera había certeza de que se abriera la temporada, hay lugar para la conformidad.
Entre los datos salientes en Córdoba sobresalen los matices: hay localidades serranas muy conformes con su nivel de actividad y otras que aún esperan dar un salto. En alojamiento formal, los promedios van del 40% al 95%.
Se coincide en que las cabañas y las casas de alquiler funcionan con más demanda, y que los hoteles marchan algo por detrás. Efecto pandemia, podría decirse. Y entre los hoteles, a la vez, los de mayor categoría tienen niveles de ocupación muy superiores a los de menor costo.
Otra certeza: la gastronomía, también con matices, funciona mejor que el alojamiento, porque buena parte de quienes llegan a las Sierras son cordobeses que lo hacen por un día, sin pernoctación, los fines de semana.