SE REDISEÑA EL PROGRAMA ACORDADO CON EL FMI

El nuevo esquema incluye el uso de reservas para desarmar Lebac y una mayor presión impositiva sobre el sector exportador.

Aunque todavía no formalizado, hay un rediseño del programa acordado con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que incluye novedades tales como el uso de reservas para desarmar el stock de Lebac en manos de particulares, un aumento de la presión impositiva sobre el sector exportador (nada aconsejable, subproducto de la falta de avances por el lado del gasto público en los primeros dos años de gestión) y un relajamiento del compromiso del Tesoro de rescatar deuda intransferible en manos del Banco Central.

En el memo que tiene vigencia desde junio se había incluido una cláusula para “situaciones disruptivas” y la crisis de Turquía parece haberla gatillado, pero también han sido determinantes las dificultades para renovar vencimientos locales de deuda y una recesión que se anuncia mayor que la prevista por el Gobierno y que afectará la recaudación tributaria.

El giro en el plan afrontó su primer test en la semana que pasó, cuando se liberaron al mercado 137,6 mil millones de pesos derivados de Lebac no renovadas, y el resultado ha sido positivo: frente a una demanda potencial de cuatro mil millones de dólares, el Banco Central sólo vendió una cuarta parte de esa cifra, aunque hubo un endurecimiento adicional de la política monetaria.

El riesgo país comenzó a bajar, ayudado también por el refuerzo de las reservas del Banco Central, de la mano de un tramo adicional del swap con China, por cuatro mil millones de dólares, y de una posible renovación del segmento original, de 11 mil millones.

A poco de haberse firmado el memorando de entendimiento con el FMI, la realidad comenzó a mostrar divergencias con lo proyectado, lo que está obligando a medidas adicionales y replanteos.

Parece haber consenso entre el Gobierno y el staff del Fondo para encarar este giro, quizá facilitado por la irrupción de la crisis de Turquía. La coyuntura requiere diferenciarse de Ankara, y este objetivo parece ser compartido por el FMI.

Las dificultades

Aun en este contexto, el Gobierno argentino no la tiene fácil. El programa con el FMI se había diseñado con el supuesto de una recaudación impositiva evolucionando en línea con un leve crecimiento del producto interno bruto (PIB) de 0,4 por ciento, pero todo indica que este año habrá contracción, aunque todavía se discute su magnitud.

Así, las medidas impositivas anunciadas en las últimas horas están destinadas a compensar un desvío de las metas fiscales, con un refuerzo equivalente a 0,3 por ciento del PIB.

Esto incluye la suspensión de las transferencias del fondo sojero a las provincias (35 mil millones de pesos hasta fin de 2019), una medida que, para no ser polémica, debería encuadrarse en las negociaciones entre Nación y gobernadores de cara al Presupuesto 2019.

También están el recorte de dos tercios de los reintegros de exportación (34 mil millones de pesos) y la suspensión en la reducción de retenciones para aceites y harinas de soja (13,5 mil millones), que no contribuyen a forjar visión de futuro alrededor del modelo de crecimiento del país, que sólo tiene chances de hacerse sustentable sobre la base del dinamismo de las exportaciones y del desarrollo de valor agregado en los nichos donde existe competitividad genuina.

En el caso de las retenciones, no debería ignorarse que China, el principal demandante mundial de granos y derivados, aplica aranceles de importación escalonados, desde tres por ciento para la materia prima hasta nueve por ciento para el aceite.

Al menos deberían debatirse costos y beneficios de una política que opere en espejo con esa referencia.

Para el recorte de los reintegros, se argumenta que la baja de impuestos distorsivos acordada en el Pacto Fiscal de 2017 hace menos necesarias las compensaciones, pero ese proceso recién empieza. Además, no hay que olvidar que las empresas instaladas en la Argentina todavía enfrentan severas desventajas cuando se las compara con sus pares que actúan en los países miembros de la Alianza del Pacífico.

Distinto habría sido el camino si la actual gestión hubiera atacado con más energía los excesos de gasto público improductivo heredados, sin contar mochilas más recientes (como la Ley de Reparación Histórica).

· DEMASIADO PASIVO ACUMULADO

De igual forma, los problemas para la renovación de vencimientos de deuda en el mercado local son el subproducto de haber acumulado demasiados pasivos de corto plazo, que llegaron a superar el equivalente a 60 mil millones de dólares (Letes más Lebac) en abril de este año.

De todos modos, llegados a este punto, a la Argentina no le queda otra que trabajar para diferenciarse de Turquía, al tiempo que tomar precauciones ante el rumbo político de Brasil.

El saldo de estas idas y venidas ha sido un nuevo andarivel para el tipo de cambio, entre 29 y 30 pesos, una tasa de interés de política monetaria que ha subido hasta el 45 por ciento (hasta octubre), pero, al mismo tiempo, ha cedido la incertidumbre vinculada a los vencimientos de deuda del próximo año y medio.

La percepción de un país que supere problemas de liquidez es clave para absorber de modo menos traumático el impacto de la recesión.

Hay diferencias entre los “cuadernos de Centeno” y el “Lava Jato”, ya que el caso brasileño afectó al gobierno de turno y paralizó la operatoria del BNDES y de Petrobras. No es que las empresas locales involucradas no vayan a sufrir consecuencias, pero es una cuestión de grados.

En el plano más “técnico” de la recesión, hay que tener en cuenta que los balances de las compañías muestran que hubo un súbito desarme de inventarios, por el cambio en las condiciones financieras.

El deterioro en la rentabilidad compromete la marcha de las inversiones, pero los sectores con capacidad de exportar deberían mostrar una reacción notoria. (Fuente: La Voz del Interior)

21 DE Agosto (Valor Local)