Ruben Walter, director de Estimaciones Agrícolas de la BCSF, explicó las consecuencias sucedidas por la escacez de lluvias y las altas temperaturas en los cultivos de soja y maíz de la región.
Por Marlene Vallejos
La producción de soja y maíz en el centro-norte santafesino sufre las consecuencias de la ausencia de precipitaciones y de altas temperaturas que el país atravesó en los últimos meses. El panorama a futuro ofrece más preguntas que certezas ante un escenario que adelanta bajos rendimientos.
Ruben Walter es director de Estimaciones Agrícolas de la Bolsa de Comercio de Santa Fe (BCSF) y ofreció a Valor Local un análisis detallado de la situación actual. El profesional explicó que para tomar real dimensión de la gravedad del período de sequía, hay que entenderla desde su magnitud en el territorio.
“Involucró a provincias enteras: Santa Fe, Entre Ríos, este de Córdoba, centro-norte de Buenos Aires; zona de millones de hectáreas donde se concentra la actividad agrícola ganadera de todo el país”.
Y recordó, a modo de comparación, que en el 2009 hubo un período de seis meses de sequía similar al actual pero que solo involucró a dos departamentos del norte de Santa Fe. “Este fenómeno es distinto y mucho más grave por la cantidad de hectáreas afectadas”.
Situación de la soja y el maíz
Walter explicó que las precipitaciones de las últimas semanas llegaron fuera de término para el caso de la soja de primera que ya se encuentra en su tiempo de cosecha.
Según el informe semanal elaborado por el Ministerio de la Producción provincial y la BCSF, los sojales se encuentran en estadios reproductivos dispares y en condiciones muy complejas, desde muy buenas, buenas, regulares a malas. Las variadas realidades ocurridas durante todo el transcurso del ciclo hicieron que el escenario sea dispar.
En relación a la soja de segunda, las lluvias y ambientes húmedos influyeron sobre los sojales que se encontraban en estado bueno o regular, por lo que tendrían la posibilidad de un mejor cierre de ciclo, con disponibilidad de agua útil en los suelos. No obstante, Walter detalló que hay plantas que han tenido un deterioro muy importante en el desarrollo y se ha llegado a ver situaciones de mortandad y lotes poco uniformes. “Las altas temperaturas de marzo afectaron el desarrollo vegetativo”, señaló.
El maíz de primera, por su parte, lleva completo alrededor de un 60 % de su cosecha y “directamente no hay reacción por el déficit hídrico y estrés térmico sufrido”. Walter agregó que “el maíz de segunda, en cambio, sí ha tenido cierta reacción. En particular los que se sembraron a fines de enero cuando se registraron lluvias”.
La ausencia de precipitaciones que se dio desde el inicio del proceso de siembra afectó considerablemente el curso de toda la campaña. “Ni en soja ni en maíz se dio la intención de siembra, se sembró menos superficie”, indicó Walter.
Calidad de los cultivos y rendimientos
Por un lado, la baja humedad disponible hizo disminuir la intención de siembra y por otro, condicionó el desarrollo vegetativo de las plantas lo que se traduce en una baja calidad de los cultivos.
“No hubo desarrollo vegetativo en condiciones óptimas. Notamos menos estructura de planta, menos cantidad de flores y menos cantidad de chauchas en el caso de la soja”, explicó. En el caso del maíz, “también afecto a la floración y a la cantidad de granos o desarrollo de mazorcas para tener elresultado final esperado”.
Se sabe que la calidad influye directamente en los rendimientos de los cultivos. En tal sentido, Walter señaló que “en el caso de maíz estamos teniendo rindes de 48% menos que campaña pasada”. En 2022 el rinde promedio fue de 70 quintales por hectárea y hoy es de 50. “Estamos perdiendo un 28% de producción lo que significa que tenemos menos toneladas finales”, indicó.
En relación a la soja temprana, la campaña pasada había iniciado en rindes de entre 18 y 25 quintales. Mientras que lo cosechado en este inicio de campaña, afectada por ausencia de precipitaciones y altas temperaturas, comenzó con cuatro o cinco quintales por hectáreas. “Estamos teniendo 20 quintales menos en el arranque de campaña y es una situación que no se va a revertir”, resumió Walter.
Sequía
La falta de agua al momento de la siembra hizo que haya casi un mes de retraso en la cosecha. “El año pasado a fines de marzo y comienzos de abril teníamos más de la mitad de la cosecha con rindes bastantes importantes. Hoy recién estamos marcando el comienzo”, detalló.
Ante este panorama, “una helada temprana sería el golpe de gracia para complicar todo el final de ciclo”, agregó.
Adelantó además que las perspectivas indican que no se volverían a registrar ausencia de precipitaciones. “Tendríamos entonces un buen comienzo de primavera-verano, lo que haría cambiar las expectativas con una buena perspectiva de intención de siembra para la cosecha fina del trigo a fines de mayo”.
Efectos económicos
Si bien hay que esperar al final de la campaña para conocer los efectos económicos en la cosecha de maíz y soja, hay algunas situaciones que adelantan los balances. Las condiciones de tiempo adversas hicieron que, en algunos casos, los productores decidieran directamente no cosechar.
“Lo hemos notado cuando comenzó la cosecha de maíz temprano, la campaña ya mostraba el estado vegetativo. Veíamos el desarrollo de mazorcas muy pequeñas y los rindes no superaban los seis o siete quintales. Entonces se optó por directamente no cosechar porque era todo a pérdida”, detalló Walter.
Ante la necesidad de tener algo de grano y de no dar todo por perdido, algunos productores optaron por cortar el maíz disponible para fabricar rollos y venderlos como materia seca para consumo animal.
“Se lo vendió como rollo y no como grano comercial, que fue el fin cuando se los sembró”, sintetizó Walter y agregó que “en otros casos, el mismo productor incorporó animales a los lotes para consumo ganadero directo”.
Respecto a la soja de primera, hasta ahora sí se cosechó aunque los rindes son magros. “Se va a tratar de cosechar la mayor cantidad posible”, indicó.
La decisión de cosechar o no se ve condicionada por la irregularidad que hay en cada lote. “Hay lotes manchonados, áreas donde la planta no se desarrolló directamente. Si el lote tiene 50 hectáreas y hay 10 en las que la planta está muerta, esta área no se cosecha”, explicó. Los productores deben sectorizar la superficie sembrada para bajar los costos de cosecha.
Escenario a futuro
Aunque es temprano para las conclusiones, hay un relevamiento que sirve de aproximación y que adelanta que en el movimiento de acarreo de la producción de cultivos hacia puertos, se realizarán 1.100.000 viajes menos de camiones a comparación del año pasado. “Esto refleja el impacto en un eslabón más de la producción, como es el traslado de la cosecha, lo que a su vez impactará en distintos actores”, señaló.
En relación a este aspecto, desde la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) indicaron que la cosecha de soja actual sería la más baja de los últimos 23 años. Esta caída en la producción del cultivo obligará a importar 9,5 millones de toneladas, una cifra récord que superará los 7,3 millones de toneladas que Argentina importó durante la campaña 2017/18.
Un informe elaborado por la institución señala que “otra de las aristas negativas de la seca, es la pérdida de participación de Argentina en los mercados de aceite y harina de soja a nivel global”.
El país perdería su posición como primer exportador mundial de harina de soja en la campaña 2022/23, su principal mercado de exportación y uno de los pocos nichos que el país domina en las cadenas globales de suministro.
La sequía y las altas temperaturas sin dudas que marcaron el curso de la campaña actual. Los productores debieron adaptarse a este contexto para intentar minimizar los efectos y salvar en alguna medida los rendimientos.
En un país, y sobre todo en una región, donde la producción agrícola mueve el termómetro de la economía, lo que viene por delante en este 2023 será desafiante y complejo teniendo en cuenta las condiciones actuales.
(ValorLocal)