«La petroquímica está frente a una quinta ola de inversiones»

El director ejecutivo de la Cámara de la Industria Química y Petroquímica analizó el futuro del sector bajo el impulso del desarrollo de Vaca Muerta. La historia de este desarrollo y qué rol tendrá el polo de la región rosario en este proceso.

A mediados del siglo pasado, el emplazamiento de la primera planta de tolueno sintético de América latina inició un proceso de inversiones que dio lugar al nacimiento de la industria petroquímica argentina. Un sector que hoy representa más del 4% del PBI y ocupa en forma directa a 70 mil trabajadores. El cordón industrial de Rosario es hijo del desarrollo de esta actividad. A aquella ola inversora le siguieron otras tres. La cuarta fue a fines de los 90 y tuvo como emblema a la construcción de planta de fertilizantes de Profertil en Bahía Blanca. Hoy, de la mano del boom de Vaca Muerta asoma una quinta ola de inversiones en el sector, con nuevas tecnologías, nueva territorialidad y una nueva forma de interacción con el medio ambiente. Este futuro promisorio fue anunciado en agosto pasado por los propios directivos de la Cámara de la Industria Química y Petroquímica (Ciqyp), durante el acto del Día de la Petroquímica, que celebra aquel hito fundacional que tuvo como protagonista y conductor al general Manuel Savio.

¿Cómo será esta nueva ola de inversión petroquímica y qué rol tendrá en la misma el polo industrial del sur de Santa Fe? Jorge de Zavaleta, director ejecutivo de la entidad, trazó una ruta de este desarrollo que está a la vuelta de la esquina. Y en ese relato, repasó la historia de una actividad que es parte constitutiva de la industria del país.

En 1945, el país contaba, como novedad en América latina, con un gasoducto que unía Comodoro Rivadavia con Buenos Aires. Y también con refinerías que permitieron no sólo producir combustibles para movilidad sino también dar cortes petroquímicos para la industria. “Las primeras industrias petroquímicas se fueron construyendo alrededor de las refinerías”, dijo el director ejecutivo de la Cipyq. Este fue el caso en el Gran Rosario, donde alrededor de la refinería de YPF se montó el complejo que originalmente era Pasa Petroquímica y hoy es Pampa.

Pero la “fecha de fundación” de la industria petroquímica está asociada con “un hito muy importante durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el general Manuel Savio inauguró la planta de tolueno sintético en Campana y marcó el inicio de todo un proceso virtuoso que consideramos la primera ola de inversión”, describió De Zavaleta.

La segunda fue en los 60, cuando se instalaron muchas de las plantas químicas y petroquímicas, incluidas las de Rosario. La tercera fue traccionada por la construcción del complejo General Mosconi de YPF en Ensenada y por el desarrollo del polo petroquímico de Bahía Blanca, con la producción a partir de gas natural y la fabricación de derivados como etileno y polietileno, el plástico que más se consume a nivel mundial. La cuarta ola, contó el ejecutivo de Cipyq, llegó a fines de los 90 con la construcción de la planta de metanol en el complejo Plaza Huincul de YPF y la expansión del polo de Bahía Blanca con la primera planta de urea a escala mundial que es Profertil.

La quinta ola

La quinta ola asoma en horizonte, empujada por el desarrollo de hidrocarburos no convencionales en Neuquén y Santa Cruz. Un proceso que “cambió el paradigma de la energía”, explicó De Zavaleta. “Según el Ente Internacional de Energía, Argentina tiene el segundo recurso más grande de gas natural no convencional y el cuarto de petróleo no convencional en el mundo”, dijo. Y lo puso en números. Durante la cuarta ola de inversiones se construyeron cinco gasoductos para exportar con 30 TSF (que es como se miden las reservas de gas). “Hoy sólo en Neuquén hay entre 308 a 320 TSF, diez veces más”, subrayó.

Esa riqueza choca hoy con la capacidad de evacuación. “Por eso estamos haciendo el gasoducto Néstor Kirchner y las ampliaciones de oleoductos”, indicó. Este mismo recurso, recordó, permitió a Estados Unidos independizarse de la importación de petróleo y pasar a ser uno de los principales productores. Y con esa producción “vinieron todos los desarrollos petroquímicos que lo que hacen es monetizar el gas y darle valor”, dijo antes de señalar que “eso es un espejo para Argentina. En ese sentido, citó al secretario de Desarrollo Productivo de la Nación, José Ignacio De Mendiguren al respecto. “El Vasco siempre dice que en lugar de vender trigo hay que vender galletitas y la petroquímica sería eso, mientras que el gas y el petróleo serían el trigo”, ejemplificó.

¿Esta nueva ola de inversión en la petroquímica está orientada a nuevas industrias respecto de las que se conoce en la actualidad? Y en cuanto a la localización geográfica ¿atraería las inversiones hacia la zona de Vaca Muerta o hacia la zona a la que se traslada el gas de esa cuenca?

Los productos petroquímicos básicos o importantes ya fueron descubiertos. Pero cuando uno avanza en la cadena de valor reaccionan, se mezclan, y se hacen productos modernos. Hidrocarburos hay tres: carbón, petróleo derivado de refinerías y gas natural. Hoy, por el cambio climático y las tendencias globales como la electromovilidad y la descarbonización cada vez vamos a consumir más electricidad que combustible. De tal manera que en el mundo no hay nuevos proyectos grandes de refinerías. Estas están más bien invirtiendo dinero para bajar el contenido de azufre y aumentar, en el caso de Argentina, la dieta de petróleo, que ahora con el no convencional es mucho más liviano. No va a haber mayor cantidad de productos de materias primas petroquímicas viniendo de refinerías. La gran petroquímica va a venir del gas natural y de lo que llamamos líquido de gas natural, que tiene un gran componentes de metano. Ese gas se usa para generar energía eléctrica o para calefaccionar pero también como materia prima petroquímica. Hacemos urea y metanol. Y con los componentes más pesados se fabrican plásticos. O sea que ahí es donde estamos viendo que van a ir las primeras inversiones. ¿Dónde van a estar? Teniendo la facilidad de mover el gas, como pasa con el gasoducto Néstor Kirchner y su segunda etapa hasta Santa Fe, puede haber inversiones allí. Además habrá una reversión del gasoducto que viene del Norte para que el gas de Vaca Muerta suba y vaya hacia esa zona a la generación eléctrica y a la industrias por ejemplo para producir vapor en las mineras o en las azucareras. La producción de petroquímica se podría dar en distintos lugares. También puede estar en Neuquén al lado de la producción, pero quizás lejos de los centros de consumo. Es otra alternativa. O cerca de los ríos o el mar, como es hoy, en Rosario o Bahía Blanca. Las empresas van a tener que evaluar dónde pueden invertir. Quizás no sería loco pensar que en la zona de Rosario, que está al lado de la zona núcleo agrícola ganadera, puede haber una planta de urea, porque es un fertilizante se consume en el centro del país. No puedo decir más, son decisiones que tomarán los inversores.

Cuando se levantó la planta de Profertil en Bahía Blanca hubo una cierta disputa con Puerto General San Martín por esa radicación.

Sí, lo recuerdo perfectamente. La ventaja de Bahía Blanca era que tenía gasoductos que llegaban del sur y de Neuquén y estaba pegada al mar para exportar. Antes de la urea se hace amoníaco, que es un elemento muy importante y que también se exporta. Rosario era otra opción porque era la zona que estaba al lado del mayor consumo de urea.

De sumarse el cordón de Rosario a esta nueva ola de inversiones ¿estarían vinculadas en principio a la posibilidad de fabricar productos que tengan como demanda el sector agropecuario?

Exactamente. Lo veo así. La otra opción es hacer plásticos, polietileno, polipropileno, que son los dos que más se usan. Tenemos la oportunidad de hacer productos de altísima demanda. La urea en Argentina es deficitaria. Consumimos 2,5 millones de toneladas y producimos 1,3 millón. Brasil importa 7 millones de toneladas por año. O sea, de dos plantas de escala mundial de urea podríamos pasar a tener cinco. Y es un producto en el que la logística tiene mucha influencia porque de es de muy alto valor. El río o el mar son vías claves para vender con ventajas importantes. Está todo por hacerse.

En las distintas olas tuvo un rol clave la participación estatal. ¿En esta nueva, qué rol le atribuye al Estado y sus empresas?

YPF en particular tiene un desafío fenomenal porque produce más del 50% de los combustibles en Argentina. Tiene las refinerías más grandes, es el mayor productor de petróleo y de gas y, estando en Neuquén, tiene una gran oportunidad porque la única manera de monetizar el petróleo y del gas es venderlo. Tenerlo guardado bajo tierra no le sirve a nadie. YPF está con unos proyectos fenomenales de evacuación de gas, como es el gasoducto y el de gas natural licuado. Son inversiones monumentales, decenas de miles de millones de dólares. Nosotros como sector las estamos viendo como inversiones de consorcios particulares globales, mundiales, que son los que mueven la petroquímica. En la la tercera y cuarta ola, Fabricaciones Militares fue un gran desarrollador de la industria petroquímica. Pero eso fue antes. Hoy con el desarrollo que tenemos, el Estado lo único que tiene que hacer es facilitar la inversión. Nosotros estamos propiciando una ley de GNL, una ley de hidrógeno. Buscamos que se pueda invertir y que el Estado le cobre los impuestos que tiene que cobrar, las regalías, y que luego las empresas puedan disponer de las ganancias que tienen, algo que hoy no es tan fácil por la restricción de dólares. El país va a ser diferente en unos años, pero siempre deicmos que tener gas o tener petróleo es condición necesaria pero no suficiente, porque es necesario atraer inversones. Entre los 90 y 2000 se invirtieron más de u$s 1.500 millones en petroquímica.

La industria petroquímica siempre estuvo un poco en la mira por el tema ambiental. Cuando se habla de inversiones en ese sector ahora se está incorporado más que nunca ese condicionante.

Este es el desafío hacia adelante. Cualquier banco que esté dispuesto a financiar una inversión pedirá la licencia ambiental para operar, es decir, cómo se reducen o eliminan los gases de efecto invernadero. Es un desafío tecnológico y también de costo. Ser verde cuesta. La tecnología tiene que ser diferente, tiene que haber captación de gases y su posterior utilización o almacenaje, en pozos de petróleo de depretado o para ser utilizados como materia prima. El desafío del cambio climático y la descarbonización es un requisito a tener en cuenta en la inversión, porque eso impacta entre un 10 o 20%, según el tipo de tecnología. Es un costo mayor, pero existe y está disponible. (Fuente: La Capital)