El voto de Kueider, la crisis del peronismo y el verdadero nombre de la criatura

Kueider Kueider

Por Juan A. Bracco
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La decisión del senador Edgardo Kueider de votar a favor la Ley Bases consolida un proceso de decadencia del PJ entrerriano que parece no encontrar un piso. El hecho, sin embargo, no es casual: es la decantación obligada de un fenómeno que se viene mostrando hace tiempo.

A Kueider intentaron presionarlo para que no acompañe la ley fundacional del gobierno de Javier Milei de dos modos distintos pero con el mismo nivel de inocuidad. El primero, y más visible, fueron posteos en redes sociales de referentes que suponían que el senador los iba a leer. El segundo, con documentos de la maltrecha estructura partidaria, integrada por una dirigencia que está de salida y que no aspira más que representarse a sí misma.

Como era de esperarse, en ningún caso hubo efecto práctico. El representante en el Senado votado en 2019 en la boleta de Alberto Fernández y Cristina Kirchner dio quórum y levantó la mano para que la Ley Bases se apruebe.

La movida había quedado anticipada cuando firmó “en disconformidad” (SIC) el dictamen de mayoría que habilitó la votación en el pleno. A cambio, hizo trascender, Entre Ríos pondría un pie en Salto Grande, uno de los desvelos más viejos de la dirigencia local.

La realidad terminó mostrando que el control de la represa seguirá siendo un anhelo. La moneda de pago del voto de Kueider fueron apenas tres cargos bien remunerados en dólares que, mal que mal, la Provincia ha venido teniendo. Se trata de la presidencia y las dos delegaciones para integrar la Comisión Administradora de Salto Grande.

Los nombres para ocupar esas sillas, dice el decreto 523/2024, serán propuestos por “la provincia de Entre Ríos”, sin mayores precisiones.  La Constitución provincial establece en su artículo 174° que el Jefe de Estado es el Gobernador. Las especulaciones de que el cargo de mayor jerarquía quedará en manos de Kueider cuando agote su rol legislativo en 2025 comenzaron ni bien el decreto se publicó en el Boletín Oficial.

Una voluntad a cambio de cargos era una característica de la casta que el presidente Javier Milei venía a destronar. Pero, como le recomendó Nicolás Maquiavelo a Lorenzo de Médici en “El Príncipe”, un gobernante debe cumplir  las promesas que le permitieron acceder al poder siempre y cuando le convenga.

La paradoja de Shelley

Kueider y sus decisiones ¿Son causa o consecuencia de la etapa que está atravesando el peronismo entrerriano? Un rápido repaso por lo que ha ocurrido en los últimos años y una foto del estado actual del PJ entrerriano podrían ubicarlo tanto en un lugar como en otro o en ambos.

En primer lugar hay que señalar que Kueider no es Kueider. Es una creación de Gustavo Bordet. El actual senador era, a principios de siglo, un edil más en Concordia hasta que se puso bajo su protección. Así fue que saltó en 2015, con Bordet en la Gobernación, a manejar todos los hilos del poder. Era el alter ego del mandatario.

En ese rol tuvo el mérito de haber consolidado la imagen del gobernador, que se mantuvo alta hasta el último día, y el demérito de haber sido el jefe de campaña en las elecciones que se sucedieron entre 2015 y 2021. Perdió todas. Algunas por paliza como en 2017 y en 2021. En el haber sólo puede registrarse la reelección de Bordet de 2019. En ese interín, el PJ Entre Ríos resignó dos diputaciones nacionales y una senaduría. Dos, en rigor, si se tiene en cuenta que Kueider ya no responde a mandatos orgánicos.

Una analogía posible a esta realidad es la que planteó en su obra cúlmine la escritora Mary Shelley. En ella, el Dr. Víctor Frankenstein crea un hombre a partir de cuerpos inertes. Este monstruo se vuelve contra su creador y lo persigue hasta los confines del mundo. La criatura que el científico arrojó al mundo lleva ahora su nombre. Es él, y no la bestia, la abominación que repugna a la humanidad y a la naturaleza.

Recapitulando, el desprecio casi unánime que el peronismo entrerriano está mostrando hacia Kueider ¿debe canalizarse sólo hacia él o debería también entrar en consideración el “padre de la criatura”, el que le dio vida y lo puso en el lugar que ocupa? Una primera respuesta apurada es que el actual senador es, como adulto, responsable de sus actos en forma personal. Pero también hay que entender que llegó a ese cargo no por mérito (Kueider no tuvo ni tiene base electoral propia) sino por decisión de Bordet quien, como Víctor Frankenstein, es perseguido ahora por el fantasma de lo que forjó.

El ex gobernador rehúsa hablar de su ex alfil. No responde las requisitorias de la prensa sobre ese ítem. Puede que le asista la prerrogativa de no expresarse ante los medios sobre un asunto que le sea particularmente incómodo. La pregunta es si tiene derecho al silencio ante la militancia peronista entrerriana.

Triste, solitario y final

El PJ Entre Ríos está en la lona y con la cuenta de protección corriendo. Corre el serio riesgo de ser asimilado en la construcción política de una fuerza provincial autónoma que tiene en la cabeza a futuro el gobernador Rogelio Frigerio.

En ella se amalgamarían retazos de todas las identidades políticas existentes para crear una nueva. No es algo descabellado. Una experiencia similar existe, y con una performance electoral exitosa, en Misiones. En la tierra colorada, el PJ es apenas un sello más en el Frente Renovador de la Concordia.

El “Pacto de Julio” que propuso en Concordia el intendente Francisco Azcué con el ex intendente peronista Enrique Cresto es, tal vez, un borrador apresurado de esa idea.

Como fuerza política, el PJ entrerriano está a la deriva. Su dirigencia se divide, a grandes trazos, en dos capas geológicas. En una existe una generación agotada, que viene rebotando en cargos desde hace años y que aún no se percató de que se le pasó la fecha de vencimiento. En la otra, una nueva generación, que germinó y floreció con luz artificial, más acostumbrada a un esquema acomodaticio de cúpulas que a la construcción en función de los intereses de las bases electorales históricas del movimiento que fundaran Juan y Eva Perón.

Esta camada, que en otra oportunidad describimos como el “peronismo sushi” centra su acción política en posteos en redes sociales.  La gran mayoría de las veces, estas publicaciones no van más allá de su círculo inmediato. Pero sirven para mostrarse en Buenos Aires (provincia y/o ciudad) de donde obtuvieron y obtienen la garantía para los cargos que no pueden o no saben ganarse por mérito propio o como decantación de una construcción colectiva. En este aspecto, no son muy distintos a Kueider.

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