Preocupación en el noroeste cordobés por las dificultades para la producción ganadera en zonas con monte nativo

A casi cinco años de la nota publicada “El arco noroeste en problemas”, lejos de mejorar, aún no se avanzaron en decisiones concretas en relación a la producción en zonas con monte nativo.

Se pidió a las sociedades rurales y grupos de productores la realización de talleres participativos con la comunidad, que fueron efectuados en distintas localidades del interior y arrojaron un documento que plasmó las viviendas y saberes de todos los asistentes.

Sin embargo, a la par continuaron los procedimientos contra los productores de la zona, que parecieron tener un fin recaudatorio. Del mismo modo, desde la Dirección General de Rentas, se procedió a realizar un fuerte revalúo de la tierra, que en algunos casos llegó al 700 por ciento, en zonas con restricción edafo-climática que determinan un bajo potencial productivo.

El resultado: un aumento encubierto del Inmobiliario Rural sobre tierras que, en muchos casos, están en zonas “amarilla” o “roja”, siempre que se circunscriba el análisis sólo al politizado y polémico arco noroeste.

Entonces, surge la primera pregunta: ¿Cómo generar los fondos para afrontar tal compromiso fiscal? Un cálculo para tener en cuenta, por ejemplo, es que la progresiva arbustización de las 2,5 millones de hectáreas que integran esta zona conflictiva, disminuye la producción de forraje –medida en términos de eficiencia del uso del agua– de 10 a solo dos kilos de materia seca por milímetro caído. Y es una estimación en base a precipitaciones que se ubican dentro de valores normales.

Esta menor producción de las pasturas, a la larga, termina comprometiendo el sistema suelo-planta-animal. En primer lugar, porque deja a los suelos desprotegidos por el debilitamiento y muerte de la pastura, a causa de la competencia con el arbustal. Esto confluye en terrenos muy susceptibles a la erosión hídrica, con la consecuente pérdida de estructura y fertilidad que golpean la sustentabilidad ambiental.

En segundo término, la pérdida de productividad del forraje conlleva a una merma también en la capacidad de carga animal. En vez de tres hectáreas por unidad ganadera, se necesitan seis, con el agravante del impuesto inmobiliario que, como se mencionó, ahora es ocho veces más caro.

Una combinación letal para el productor ganadero de esta zona, que impacta en las otras dos dimensiones de la sustentabilidad: social y económica.

Cabe recordar, en este contexto, cuando el año pasado se hablaba del plan “Más vacas, más terneros” en Córdoba. Si se pensaba en el arco noroeste, ¿qué va a comer ese mayor rodeo esperado? Es preciso insistir en que, por el problema de la arbustización, lo que cada día falta más es pasto para las vacas ya existentes, lo que por ende complica la producción de terneros.

La clave, en este contexto, es producir más terneros con las mismas vacas. Para ello, invertir en genética es un aspecto muy importante pero no el único: se debe pensar de manera prioritaria en ajustar la alimentación del rodeo de cría, con el fin de poder cubrir los requerimientos de los animales, tanto en cantidad como en calidad, en los distintos momentos del año.

· FORRAJES

Considerando la estacionalidadARBUSTI de crecimiento de las forrajeras, tanto espontáneas como cultivadas perennes, se puede afirmar que el ciclo de mayor producción se extiende a lo largo de seis o siete meses (de noviembre hasta abril). De ahí en adelante, el recurso debe ser administrado hasta el siguiente verano.

Por eso, el período crítico es la salida del invierno, desde agosto hasta noviembre: es la época en que las vacas están pariendo e incrementan sus requerimientos nutricionales, justo cuando la oferta forrajera se reduce.

La consecuencia son vacas flacas y débiles que producen poca leche y pierden peso durante la lactancia de primavera. Eso significa terneros más livianos y hembras que difícilmente se preñarán durante el servicio siguiente.

El cuadro muestra entonces que el noroeste provincial es la zona del país más cara para la cría bovina, debido a la variabilidad climática, la baja producción forrajera y la necesidad de intervenir en forma sistemática los lotes, para impedir la arbustización y descompactar suelos.

A esto hay que adicionar los gastos generados por los interminables tramites de autorización que deben cumplirse ante la Secretaría de Ambiente y por la alta presión impositiva sobre suelos que cada vez producen menos o que, al estar en zonas rojas, directamente impiden la producción. Pero la obligación de pagar impuestos sigue vigente, lo que significa una situación de inequidad que atenta contra la viabilidad de la empresa ganadera. (Fuente: Agrovoz)

Fuente: (valorlocal.com.ar)