LA DIFÍCIL SITUACIÓN DEL SECTOR INDUSTRIAL

 

– El sector industrial atraviesa una difícil situación coyuntural, pero sus repercusiones irán más allá de la salida de la actual crisis económica · Cierre de empresas, destrucción de empleo y capacidad instalada inutilizada como reflejo de un esquema económico contractivo, el cual va acumulando costos crecientes para sobrellevar el precario “equilibrio cambiario” y evitar corridas cambiarias y aceleraciones inflacionarias.

Es de público conocimiento las dificultades por las que atraviesa la economía argentina en general, y principalmente los sectores productivos del país. El año 2018 registró una caída de -2,6% de su nivel de actividad económica, en una tendencia que se fue deteriorando hacia fines del año, y concentrándose en los sectores que generan más empleo: industria, comercio y construcción.

En el 2018 se transitó desde un comienzo de año donde predominaban las perspectivas positivas para la mayoría de las actividades de la economía argentina hacia un deterioro generalizado no solo de la realidad inmediata y coyuntural de las distintas ramas, sino también de las propias expectativas de mediano plazo. Asimismo, el 2019 comenzó con un debate respecto si la caída del nivel de actividad y productivo alcanzó un piso o no.

Si bien las corridas cambiarias, y sus consecuentes devaluaciones y medidas plasmadas para sobrellevarla, representaron los principales eventos del año, esta situación forma parte de las propias consecuencias lógicas de un modelo económico preciso. En este modelo, la administración de la conocida restricción externa se plantea en términos financieros, tanto a través del endeudamiento externo como en la búsqueda de atracción de capitales financieros internacionales. De esta forma se va acumulando una situación económica cada vez más frágil al exponerse en forma creciente a la entrada y salida de capitales de corto plazo y la necesidad de hacer frente a los repagos de la deuda externa, sobreexponiéndose a los riesgos globales.

En este contexto, el ajuste fiscal y financiero configuró una serie de medidas económicas que estrangulan a los sectores productivos, y en mayor medida aquellos orientados al mercado interno. Por un lado, el ajuste de las tarifas energéticas ha ido aumentando los costos tanto de energía y transporte de la producción, y la devaluación duplicó los costos de los insumos importados. Asimismo, las subas de las tasas de interés anulan las posibilidades de financiación y tensiona la cadena de pago.

Por otro lado, el deterior del poder adquisitivo de gran parte de la población ha contraído en forma continua el mercado interno, desplomando las ventas. En primer lugar, la aceleración inflacionaria a niveles del 50%, impulsada tanto por los ajustes tarifarios como la devaluación, y salarios e ingresos que han crecido en menor medida, ha provocado una gran pérdida del poder adquisitivo. Por otro lado, la profundización de la crisis económica deterioró las condiciones de empleo e ingresos de la población. Mientras, la salida exportadora de la mano de la devaluación no es posible para todas las industrias, y aún así las que se encontraban ya exportando también se han visto en dificultades.

En este cuadro de situación, el sector industrial se enfrenta a una fuerte crisis, que pone en juego la continuidad de una gran cantidad de PyMEs. El año 2018 representó una caída del -5% respecto al año anterior, comenzando 2019 con caídas anuales de -10,8%, pero con datos mensuales que podrían indicar un piso en dicha contracción, lo cual se contrastará con los próximos meses del año.

Esta dinámica se ha registrado en todas las ramas industriales, con diferente profundidad. Entre los sectores que atraviesan mayores dificultades se destacan los rubros vinculados con la industria automotriz, de autopartes y metalmecánico, el sector textil y los vinculados con la construcción (minerales no metálicos y metales básicos). Por otro lado, en promedio, el sector alimenticio en su conjunto es el que menor caída ha registrado, al abarcar realidades ciertamente dispares.

Esta caída tan profunda y marcada ha tenido repercusiones en las propias capacidades del sector. Por un lado, la Utilización de la Capacidad Instalada del sector industrial promedia poco más del 50%, sustancialmente menor a los meses anteriores. Asimismo, esta situación también se refleja en los más de 60 mil empleos registrados privados del sector manufacturero a nivel nacional, los que se destacan como empleos de calidad, bien pagos y formales.

A nivel provincial, la situación no se diferencia de las tendencias nacionales. Los rubros de molienda cerraron el año en baja, de la mano de las dificultades que presentó la sequía, pero con perspectivas de poder recuperar la actividad para este 2019. El sector avícola provincial ha mantenido su tendencia levemente creciente de los últimos años, mientras que la industria láctea comenzó recuperándose de una situación crítica de años anteriores (post 2014), pero a lo largo del año se volvió a deteriorar la situación.

La situación del sector industrial es algo mucho más profunda a una crisis coyuntural. El cierre de empresas y destrucción de empleos y capacidades ya es una realidad, y revertir la situación deberá ir más allá de la recuperación económica general. Si el sector agropecuario y agroindustrial exportador pueda recuperarse, traccionará algunos encadenamientos y recuperará parcialmente actividades puntuales. Asimismo, el aumento del gasto social que llevará adelante el gobierno nacional empujará muy levemente el mercado interno, pero probablemente no será suficiente para reapuntalar al conjunto del sector. Más allá de estos puntos, son pocas las variables que puedan empujar al sector industrial, envuelto en un contexto de inestabilidad financiera y cambiaria, y con perspectivas atadas al poco margen político de los próximos años debido al alto endeudamiento externo.

Fuente: (valorlocal.com.ar)